Las empresas que sobreviven a la actual transparencia que nos exige el mercado laboral, son aquellas que hacen suyas las preocupaciones de su comunidad, de cada uno de sus miembros, de cada uno de sus empleados. Empresas cuya capacidad de influenciar y comprometer al trabajador, viene determinada por su capacidad de escucha y no por su gestión de “poder“ sobre el empleado.
Son muchos los casos en los que olvidamos la importancia de escuchar y de preguntar a nuestros colaboradores sobre cómo están en su puesto de trabajo, cómo se sienten y cómo creen que se podrían mejorar ciertos aspectos de nuestra organización.
Está claro que nuestros empleados deben ser los primeros prescriptores de nuestra marca empleadora, ya que en definitiva son los únicos que disponen de forma directa de la suficiente información veraz para hablar de nuestra marca, tanto de lo bueno como de lo malo. Sin embargo, no escucharlos, puede suponer la creación de un club de detractores, que tras su desvinculación de la empresa, se sienten completamente liberados para hacer pública cualquier tipo de situación y vivencia negativa acaecida en ella.
El peor enemigo para nuestra marca empleadora no es un ex– trabajador con animadversión hacia tu empresa, sino nuestra propia organización.
En una de las empresas en el haber de mis experiencias profesionales, la directiva estaba más preocupada en las opiniones vertidas sobre las condiciones laborales de sus trabajadores, en un conocido foro femenino de la red, que en atajar los comentarios a través de acciones de mejora de esos aspectos tan criticados.
Tal era el grado de oscurantismo que se le daba a cualquier cosa, que causaba terror mencionar la necesidad de tener presencia en redes sociales por temas comerciales, de fidelización de clientes o de Recursos Humanos, ya que eso suponía exponerse, permitir que los usuarios pudieran ensañarse de forma despiadada con la marca.
Si en un simple foro, la huella dejada por ex-trabajadores era de cientos de comentarios negativos, imagina el miedo que tenían a la huella que podía quedar si creaban perfiles sociales corporativos. Creían que todo era controlable dejando que los trapos sucios quedaran ocultos en casa, y pensando que simplemente con no tener presencia en la red, no tendrían que verse obligados a dar una respuesta para justificar o desmentir sus acciones. Sin embargo, las cosas ya no funcionan así.
Para bien o para mal, todas las cosas malas que digan sobre nuestra organización nos ayudarán a mejorar. Es preferible escuchar y solventar.
Ahora que está tan de moda desarrollar acciones y estrategias de employer branding para convertir a nuestra empresa en una marca atractiva para potenciales candidatos, resulta más que imprescindible comenzar a ser coherentes con nuestra visión, misión y valores corporativos, para evitar incongruencias entre lo que decimos que somos, lo que realmente somos y lo que dicen que somos.
En Redes Sociales lo peor que puede pasar NO es que hablen mal de nosotros, sino no estar en ellas para conocer que se dice de nuestra organización y cómo se dice, para controlar las conversaciones generadas hacía nuestra marca empleadora y cambiar lo negativo demostrándolo con hechos. A nadie le gustan los comentarios negativos, pero si nos esforzamos para que la crítica se convierta en oportunidad, solventando cada aspecto negativo, tu marca empleadora saldrá fortalecida.