Nunca suelo recordar si he soñado o no, de hecho ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que tuve un sueño. Hace un par de días desperté en mitad de la noche con una sensación de angustia que no experimentaba desde aquel 11 mayo en el cual la tierra decidió hacerse escuchar en Lorca, un día en el que muchos lorquinos sufrimos los efectos devastadores de un terremoto, que no sólo hizo temblar nuestras casas sino también nuestra rutina y estabilidad emocional.
Desperté de forma repentina y recordaba con gran precisión la mayor parte del contenido del sueño, así que decidí escribirlo antes de olvidarlo.
Mi sueño se desarrolló hallándome en uno de los centros de trabajo de la primera empresa en la cual estuve trabajando a principios de la década pasada. Es increíble la cantidad de detalles del lugar que pude volver a ver, que creía olvidados y que todavía permanecen en mi memoria. Un vehículo de gran tonelaje impactaba en uno de los escaparates y derribaba varios de los pilares del edificio, provocando que la estructura comenzara a inclinarse y el resto de pilares cayeran como fichas de dominó. Intentar salir, antes de ser aplastado por kilos de hormigón, se convertía en una misión imposible, pero consigo escapar y llegar a un espacio abierto donde no se ve nada más que una inmensa nube de polvo que todo lo cubría.
Los sueños pueden parecer incomprensibles y absurdos, pero no son basura del inconsciente, pueden ser interpretados, y creo que analizando mis deseos y preocupaciones actuales, podría tener mucho sentido su significado.
En su obra “La interpretación de los sueños” decía Sigmund Freud que:
«Los sueños evidencian frecuentemente, sin disfraz alguno, el carácter de realización de un deseo o una preocupación» «En todo sueño puede hallarse un enlace con los acontecimientos del día inmediatamente anterior» «Puede ser que un acontecimiento pasado sirva de estímulo para que se produzca un determinado sueño, siempre que dicho acontecimiento haya sido recordado de nuevo el día del sueño»
Achaco mi sueño a la cantidad de cambios que a lo largo del último año se han producido en mi vida profesional, donde un vehículo llamado “oportunidad de cambio” impactó sobre los pilares que sostenían un edificio llamado “zona de confort”, provocando en mí la decisión de que debía comenzar a levantar nuevos pilares. Como si el edificio que había tardado en construir casi 15 años, estuviera ahora enfermo por aluminosis, con el consiguiente peligro de perder su estabilidad, y siendo mejor demolerlo que esperar a que cayera en el momento más inesperado.
Los momentos de cambio desestabilizan el bienestar y equilibrio emocional, psicológico y/o social de una persona, generando estrés y reactivando una sensación de descontrol por la incertidumbre. Decía Maslow que el estrés divide a las personas en dos grupos: las que desde el comienzo son demasiado débiles para soportarlo y las que son suficientemente fuertes para enfrentarse a este mismo estrés, de modo que si lo logran, les fortalecerá, les atemperará y les hará más fuertes.
Cómo manejamos las situaciones difíciles en nuestra vida depende por tanto de nuestra Actitud y Fortaleza. Dichos aspectos, reaccionan con la capacidad de mantener el control independientemente de los obstáculos que se puedan presentar. Las personas que perciben que tienen control, atenúan mejor sus emociones negativas, incluso en situaciones de intensa ansiedad.
Ocurre algo parecido cuando te encuentras en desempleo, ya que esta nueva situación no deja de ser un cambio, aunque involuntario, que provoca todo lo descrito anteriormente. Un cambio que también se convierte en una oportunidad para demostrarte a ti mismo que eres capaz de superar cualquier situación que se presente.
Bonita historia Víctor,
Sin duda las crisis y ciertas cosas que vemos exclusivamente como problemas vienen cargados de oportunidades.
Me quedo con esta frase: «Cómo manejamos las situaciones difíciles en nuestra vida depende por tanto de nuestra Actitud y Fortaleza»
Un abrazo